cerca de una yarda bajo la punta donde estaba colocado.
Este suelo se estendía diez y ocho pulgadas poco más ó menos, no teniendo apenas más que un pié de ancho: un nicho escavado justamente encima, le daba un grosero parecido con las sillas de cóncavo respaldar, de las cuales se servian nuestros abuelos. No dudé que esta fuese la silla del diablo, de la que se hacía mencion en el manuscrito y me pareció que poseia desde entonces todo el secreto del enigma.
El tuen vidrio, lo sabía, no podía significar otra cosa que un anteojo de larga vista, porque nuestros marinos emplean rara vez la palabra glas en otro sentido. Comprendí en seguida que en esta cuestion era preciso servirse de un anteojo, colocándose en un punto de vista definido, no admitiendo variacion alguna. Así pues, las frases cuarenta y un grados y trece minutos, y nordeste cuarto de norte, no dudé un instante en creerlo, deberian dar la direccion para apuntar el anteojo. Fuertemente conmovido por todos estos descubrimientos, me precipité en mi casa, me hice de un anteojo y volví á la roca.
Me dejé resbalar sobre la cornisa y me apercibí que no se podia estar sentado mas que en una determinada posicion. Esto confirmó mi conjetura. Naturalmente los cuarenta y un gratrece minutos, no podian tener relacion dos más que á la elevacion de por encima del horizonte sensible, puesto que la direccion horizon-