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EDGAR POE.

--Supongo, dije, que en nuestras primeras, escavaciones habíais errado el sitio por culpa de la tontería de Júpiter, que dejó caer el escarabajo por el ojo derecho del cráneo en lugar de dejarle pasar por el izquierdo.

—Precisamente; esta equivocacion daba lugar á una diferencia de cerca de dos pulgadas y media relativamente á la bala, es decir á la posicion de la estaca cercana al árbol; si el tesoro hubiese estado bajo el sitio marcado por la bala, este error no hubiera tenido importancia; pero la bala y el punto más aproximado al árbol eran dos puntos que no servian más que para establecer una línea de direccion; naturalmente, el error, muy pequeño al principio, aumentaba en proporcion de la longitud de la línea, y cuando hubimos llegado á una distancia de cincuenta piés, nos habia completamente perdido.

—Pero vuestro énfasis, vuestras actitudes solemnes, balanceando al escarabajo, ¡qué estravagancias! Yo os creia positivamente loco. ¿Y porqué habeis querido absolutamente dejar caer del cráneo vuestro insecto, en lugar de una bala?

—A fé mia! pero os seré franco, os confesaré que me sentía un poco vejado por vuestras sospechas relativas al estado de mi espíritu, y resolví castigaros tranquilamente, á mi manera, por un pequeño trozo de mistificacion. Ved ahí porque balanceaba el escarabajo, y ved ahí porque quise hacerle caer de lo alto del árbol.