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HISTORIAS ESTRAORDINARIAS

—¿Acabareis de aullar de ese modo? dijo un nuevo interlocutor.

Y agarrándome los autores del cuarteto, me zarandearon sin ceremonia algunos minutos; no mostrando tener manos de manteca, ni mucho menos aquellas gentes, de cuya rudeza no se me ocurrió quejarme. No me despertaron, porque cuando grité me hallaba yo bien despierto; pero me ayudaron á recobrar el uso de la memoria, y recordé donde me encontraba.

El suceso tenía lugar en Richmond, estados de Virginia; yo habia salido á cazar con un amigo, y nos alejamos por la márgen del rio James, hasta que entrada la noche, una tempestad nos sorprendió. Un lanchon cargado de tierra que estaba anclado inmediato á la orilla, fué el único abrigo que se halló á nuestra disposicion. Haciendo de necesidad virtud, nos conformamos á pasar la noche á bordo; yo me acosté en uno de los dos camarotes del barco, que con decir que no tendría más de sesenta toneladas de cabida, se puede suponer lo que sería el tal camarote; es decir, que sin exageracion, se parecia mucho á una caja de difunto. Con dificultad pude estenderme y dormí profundamente; así que mi fantasma (pues no era ni sueño ni pesadilla), fué consecuencia natural de las circunstancias en que me encontré, del carácter ordinario de mis pensamientos, de la dificultad que tenía para coordinar mis ideas, y sobre todo para recobrar la memoria después de un sueño largo.