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HISTORIAS ESTRAORDINARIAS

imaginándome que las suyas no fuesen. ¿Qué había, pues, en ellas que pudieran confundirme hasta este punto? Lo contemplaba, y mi cerebro se retorcía bajo el peso de mil pensamientos incoherentes. No se me aparecía asi, no ciertamente, no se me aparecía de tal modo en las activas horas en que estaba despierto. El mismo nombre, las mismas facciones, entrados en el mismo dia en el colegio.! Y luego, esta indigesta é inesplicable imitacion de mis movimientos, de mi voz, de mis vestidos y de mis maneras! Estaba, en verdad, en los límites de la posibilidad humana que lo que yo veía entonces fuese el simple resultado de esta costumbre de imitacion característica? Herizado de espanto, presa de terror, apagué la lámpara, salí silenciosamente de la habitacion, y abandoné felizmente el recinto del colegio para nunca más volver á él.

Después del trascurso de algunos meses, que pasé en casa de mis parientes, en la dulce holganza, fui puesto en el colegio de Ton. Este corto intervalo había sido suficiente para disminuir en mí el recuerdo de los sucesos de la escuela del doctor Bramby, ó al menos para obrar un notable cambio en la naturaleza de sentimientos que estos recuerdos me inspiraban. La realidad, el lado trágico, no existia. Encontraba entonces algunos motivos para dudar del testimonio de mis sentidos, y recordaba rara vez los sucesos sin admirar hasta donde puede con-