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HISTORIAS ESTRAORDINARIAS

Y siempre, siempre interrogando secretamente á mi alma, repetia mil veces mis preguntas. ¿Quién es? de dónde viene? y ¿cuál es su designio? Más no hallaba respuesta. Y analizaba entonces con minucioso cuidado las formas, el método, y los rasgos de su insolente vigilancia. Pero aúnen esto no encontraba gran cosa que pudiese servir de base á una conjetura. Era una cosa verdaderamente notable que en los numerosos casos en que habia atravesado recientemente mi camino, no hubiese hecho nunca por descarriar planes ó descomponer operaciones, que si hubieran tenido buen éxito, no hubieran terminado más que en un amargo percance.

Pobre justificacion, en verdad, para una autoridad tan imperiosamente usurpada. Pobre indemnidad para estos derechos naturales, arbitrio para estos derechos tan enfadosos y tan insolentemente negados.

Me encontraba tambien obligado á notar que mi verdugo ejercitándose escrupulosamente y con una maravillosa destreza en el capricho de llevar un trage idéntico al mió, se habia siempre compuesto de modo que no pudiese ver las facciones de su semblante. Como quiera que fuese este condenado Wiison, rodeado de misterio semejante, era el cúmulo del disimulo y de la necedad. Podia suponer un instante que en el dador del consejo en Eton, en el destructor de mi honra en Oxford, en el que habia contrarestado mi ambicion en Roma, mi venganza en París, mi