profunda incision en la punta de la nariz de nuestra momia, y el Doctor, apoyando allí ambas manos con suma fuerza verificó violentamente el contacto del hilo eléctrico.
Moral, fisica, metafísica y literalmente el efecto fué eléctrico. En primer lugar el cadáver abrió los ojos y comenzó á guiñarlos con inmensa rapidez, como Mr. Baznes en la pantomima, estornudó, se sentó, amenazó con el puño al doctor Ponnonner, y por último, volviéndose hácia Mr. Gliddon y Buckingam les dirigió, en el egipcio mas clásico, el siguiente discurso.
—«Debo decir á ustedes, señores, que me ha, estrañado cuanto mortificado su conducta para conmigo. Tocante al doctor Ponnonner, no esperaba menos de él: es un pobre tontuelo-gordinflon, incapaz de otra cosa. Le compadezco y le perdono. Pero usted, Mr. Gliddon, y usted, Mr. Silk, que ha viajado y vivido en Egipto hasta el punto de creérselos hijos de nuestra tierra; ustedes, digo, que han vivido tanto entre nosotros, que poseen el Egipcio, segun creo, hasta escribirle correctamente como la lengua materna: ustedes á quienes me habia acostumbrado á mirar como los más firmes y verdaderos amigos de las momias: yo, señores, esperaba de ustedes más cortés comportamiento. ¿Qué no debo pensar de la impasible neutralidad observada por ustedes al verme tan maltratado? ¿Qué no debo yo suponer cuando permiten ustedes á Pedro y á Pablo despojarme de mis vestiduras, de mis atahudes,