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estas dos vísceras, la verdad, no debe ser cómodo.

— Lo creo asi — dijo Mr. Buckingham — y presumo que cuantas momias enteras llegan á nuestras manos, son de la raza de los Escarabajos.

— Sin duda alguna.

— Yo creia — dijo Mr. Gliddon con mucha timidez—que el Escarabajo era uno de los Dioses Egipcios.

— ¿Uno de qué Egipcios? gritó la momia dando un brinco.

— Uno de los Dioses — replicó el viajero.

— Señor Gliddon, me espanta oir hablar á usted de ese modo, dijo el conde volviéndose á sentar. Ninguna nacion sobre la redondez de la tierra ha reconocido jamás sino un Dios. El Scarabajo, el Ibis, etc., eran para nosotros (lo que otras criaturas han sido para otras naciones) los símbolos, los intermediarios por los cuales rendíamos culto al Creador, inmensamente augusto para dirigirse á él directamente.

Al llegar aquí hubo una pausa, que terminó el doctor Ponnonner.

— ¿No es improbable, juzgando por las esplicaciones de usted—dijo—que puedan existir en las catacumbas, cercanas al Nilo, más momias de la raza de Escarabajo, con las mismas condiciones de vitalidad?

— Eso no puede dar motivo á una pregunta—contestó el conde.—Todos los Escarabajos que