No sabiendo qué contestarle, segun costumbre, comencé á compadecerme en alta voz de la ignorancia de los Egipcios relativamente al vapor.
El conde por toda respuesta me miró con asombro; y el silencioso caballero, dándome un terrible codazo, me dijo que ya una vez me habia suficientemente comprometido, y me preguntó si de veras era tan inocente que ignoraba que la máquina de vapor moderna se originó de la invencion de Hero, de paso para Salomon de Caus.
Encontrámonos en gran peligro; íbamos á ser vencidos; pero nuestra buena estrella quiso que el doctor Ponnonner, rehaciéndose, viniese á socorrernos y preguntase si la nacion Egipcia pretendía formalmente rivalizar con las modernas en los artículos de tocador, tan importantes como complicados.
Al oir esta palabra lanzó el conde una mirada á las medias de su pantalon, y despues tomando por la punta una de las faldetas del frac, la estuvo examinando atentamente por algunos segundos. Al fin la dejó colgar, y abriendo la boca de oreja á oreja, no sé si lo que dijo fué, ó no, una súplica.
Desde este momento recobramos nueştras perdidas fuerzas, y el doctor, aproximándose á la momia con aire de magestuosa dignidad, la suplicó con el mayor candor, que dijese, bajo su palabra de caballero, si los Egipcios conocieron en alguna época la fabricacion, bien de las pas-