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EDGAR POE.

segun calculé, no solo mi persona y todos los efectos que pensaba llevar, sino que bien manejado y dirigido, podría levantar al propio tiempo ciento setenta y cinco libras de lastre. Con las tres capas ó manos que le dí de barniz, la batista sustituía sin mucha diferencia á la seda, siéndola casi igual en fuerza y muy superior en baratura.

Arreglado ya todo, exigí á mi muger jurara mantendría un secreto absoluto sobre mis acciones desde el dia de mi primera visita al librero, prometiéndola yo á mi vez en cambio, volver inmediatamente que las circunstancias me lo permitieran; despedime de ella y la entregué el poco dinero que me quedaba. A decir verdad no me inquietaba dejar sola á mi muger, que era lo que comunmente se llama en el mundo una muger escepcional y notable, harto capaz de manejarse sin auxilio mio; y luego tambien, si he de decirlo todo, tengo la conviccion de que siempre me ha mirado como á un infeliz haragan á propósito únicamente para hacer castillos en el aire, de manera que debió congratularse de mi marcha y de su libertad. Era ya de noche cuando me despedí de ella, y en compañía de los tres acreedores, que tanto me habian hecho rabiar, á guisa de ayudantes de campo, llevamos el globo, la barquilla y denmás accesorios, por un camino estraviado, al lugar en que ya estaban los útiles restantes, y que hallamos intactos, y de modo que inmediatamente puse