Me aproximé, tocándole con la mano.
Era un gato negro; un enorme gato, al menos tan grande como Pluton, igual á él en todo, escepto en una cosa.
Pluton no tenia ni un pelo blanco en todo el cuerpo, al par que este tenia una salpicadura larga y blanca, mas de una forma indecisa, que le cubría casi toda la región del pecho.
Apenas le hube tocado cuando se levantó súbitamente, prorrumpió en ronca y continuada carretilla,[1] se frotó contra mi mano y pareció encantado de mi atención.
Era, pues, el verdadero animal que yo buscaba.
En seguida propuse al dueño de la tasca comprarlo, pero éste no se dió por entendido: no le conocía; no le había visto nunca, hasta aquel momento.
Continué mis caricias y cuando me preparaba á volver á mi casa, el animal se mostró dispuesto á acompañarme. Permitíle hacerlo, bajándome de cuando en cuando y acariciándole al ir andando.
Cuando llegó á mi casa, se encontró como en la suya, y llegó á ser en seguida gran amigo de mi muger.
Por mi parte, bien pronto sentí nacer la antipatía contra él. Era casualmente lo contrario que yo había esperado; pero no sé ni como ni
- ↑ Hacer la carretilla, rourouer.