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EDGAR POE.

viven de una misma industria, formando, por decirlo asi, dos falanges, la civil y la militar: la primera maniobra con largos cabellos y afable sonrisa; la segunda con aire despegado y desplantes jaquetones.

Bajando gradualmente en la escala de la clase media, encontré asuntos de meditacion más profunda y más sombría. Vi traficantes judíos, con ojos de azor hambriento, contrastando con la abyecta humildad de sus pálidos semblantes: mendigos procaces y cínicos, atropellando á los pobres vergonzantes, que la desesperacion habia lanzado en las sombras nocturnas para implorar la caridad de sus convecinos; inválidos llenos de angustiosa fatiga, y semejantes á espectros, sobre quienes la muerte parecia extender una mano segura; tropezando ó arrastrándose entre el bullicio, con los ojos en acecho afanoso de un rostro benevolente, que les haga esperar un consuelo fortuito: modestas jóvenes volviendo de un trabajo asíduo y de escaso producto, dirigiéndose hácia su pobre hogar, bajo la obsesion insultante, cuando no impúdica, de los libertinos y de los antojadizos, cuyo directo contacto no podian evitar en aquella confusion.

Venían por su órden las mugeres pecadoras de todos tipos y de todas edades: la incontèstable hermosura, en todo el realce de sus primicias ópimas; haciendo recordar aquella estátua de Luciano, cuyo exterior era de mármol de Páros,