EN EL MAELSTROM
Las voces de Dios, asi en la Naturaleza como en el orden de la Providencia, no son nuestras voces; y los tipos que concebimos no tienen medida alguna común con lo inconmensurable, lo profundo y lo incomprensible de sus obras, que contienen en si un abismo más profundo que el pozo de Demócrito.
H
abíamos llegado á la cima de la roca más alta, y por espacio de algunos minutos el anciano pareció demasiado desfallecido para poder hablar.
—No hace aún mucho tiempo—dijo al fin—le hubiera guiado á usted por aquí tan bien como mi hijo menor; pero hace tres años me ocurrió la aventura más extraordinaria en que haya figurado ningún mortal, ó por lo menos de tal naturaleza, que jamás hombre alguno hubiera sobrevivido, como yo, para referirla: en las seis terribles horas que duró, mi cuerpo y mi alma se quebrantaron. Usted me cree muy viejo, pero no lo soy: ha bastado la cuarta parte de un dia para blanquear mi cabello, antes negro como el azabache, debilitar mis miembros y resentir mi sistema nervioso hasta el punto de que el menor esfuerzo me hace tem-