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Página:Historias extraordinarias (1887).pdf/201

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Guillermo Wilson

edad, pero veía que éramos de igual estatura, y llamome la atención la singular semejanza de nuestra fisonomia en el conjunto de las facciones. Por otra parte, exasperábame el rumor que circulaba sobre nuestro parentesco, generalmente creído en las clases superiores. En una palabra, nada me enojaba tanto (aunque yo ocultase cuidadosamente toda señal de disgusto) como una alusión cualquiera á una semejanza entre nosotros, relativa al espíritu, á la persona ó al nacimiento; pero á decir verdad, no tenía motivo alguno para creer que esta semejanza (excepto la circunstancia del parentesco y todo lo que parecía saber el mismo Wilson) hubiese sido nunca asunto de comentario, ni pudiera ser notada por nuestros compañeros de clase. Claro es que él observaba todas las fases, y con tanta atención como yo; pero el hecho de haber hallado en tales circunstancias una rica mina de contrariedades para mí, no se podía atribuir, como ya he dicho, sino á su penetración más que ordinaria.

Replicábame siempre, imitándome con perfección en ademanes y palabras, y desempeñaba su papel de una manera admirable. Mi traje era cosa fácil de copiar; habiase apropiado sin dificultad mi modo de andar y mis movimientos; y á pesar de su defecto constitucional, remedaba mi voz. No alcanzaba naturalmente los tonos elevados, pero la llave era idéntica; su voz, con tal que hablase bajo, era el eco perfecto de la mia.

No trataré de explicar hasta qué punto me atormentaba este curioso retrato, pues no puedo llamarle caricatura. Sólo tenía un consuelo, y era que, según me parecía, nadie observaba la imitación sino yo; de modo que ningún otro se fijaba en las sonrisas misteriosas y singularmente sarcásticas de mi homónimo. Satisfecho de haber producido en mi corazón el efecto deseado, parecia gozarse secretamente en la picadura que me había inferido, aparentando desdeñar los aplausos que