descarga de la pila voltaica. Antes de que pudiera reponerme, el joven había desaparecido.
Aunque este acontecimiento produjera un efecto muy vivo en mi imaginación desordenada, pronto comenzó á desvanecerse. Durante algunas semanas, á decir verdad, unas veces me entregaba á la más de tenida investigación, y otras quedaba sumido en mis meditaciones. No traté de ocultarme la identidad del singular individuo que tan inesperadamente se inmiscuaba en mis asuntos, molestándome con sus consejos oficiosos; pero ¿quién y qué era aquel Wilson? ¿De dónde venia? ¿Cuál era su objeto? A ninguna de estas preguntas me podía contestar: sólo averigüé que un repentino accidente en su familia le había obligado á salir de la escuela del doctor Bransby en la tarde del dia en que yo me marché. Pasado algún tiempo, dejé de pensar en el asunto, y toda mi atención se fijó en un viaje proyectado á Oxford, donde, gracias á la vanidad pródiga de mis padres, que me permitieron vivir con ostentación en medio del lujo, tan querido ya para mí, llegué muy pronto á rivalizar en prodigalidades con los más soberbios herederos de los más ricos condados de la Gran Bretaña.
Estimulado en el vicio por semejantes medios, mi naturaleza se desbordó con mayor ardimiento, y en la loca embriaguez de mi libertinaje hollé las vulgares trabas de la decencia; pero absurdo fuera insistir en los detalles de mis extravagancias. Baste decir que aventajé á Herodes en disipación, y que, dando nombre á una infinidad de nuevas locuras, agregué un copioso apéndice al largo catálogo de los vicios que reinaban entonces en la Universidad más disoluta de Europa.
Parecerá difícil creer que decayera de tal modo de la categoría de caballero, que tratase de familiarizarme con los artificios más viles del jugador de profesión, y que, convertido en adepto de esa ciencia despreciable,