Gracias á este aumento de recursos, pude comprar varias piezas de batista muy buena, de doce varas cada una, cordel, barnices, un cesto de mimbre, y otros artículos necesarios para construir un globo de extraordinarias dimensiones. Encargué á mi mujer que le confeccionara lo más pronto posible, y le di todas las instrucciones necesarias para proceder convenientemente en su trabajo.
Al mismo tiempo construí con bramante una red de suficientes dimensiones, á la cual adapté un aro y varias cuerdas, y compré numerosos instrumentos y las materias necesarias para practicar experiencias en las más altas regiones de la atmósfera. Cierta noche transporté prudentemente á un sitio retirado de Rotterdam cinco barricas con aros de hierro, de cincuenta cuartillos de cabida cada uno, otro más grande, seis tubos de hoja de lata de seis pulgadas de diámetro por cuatro pies de longitud, una regular cantidad de cierta sustancia metálica que no quiero nombrar, y media docena de frascos llenos de un ácido muy común. El gas que debía resultar de esta combinación no se ha fabricado hasta ahora sino por mi, ó por lo menos no se aplicó nunca á semejante fin; sólo puedo decir aqui que es una de las partes constituyentes del ázoe, que tanto tiempo se ha considerado como irreductible, creyéndose que su densidad es menor que la del hidrógeno en unas treinta y siete veces ó poco más; carece de sabor, pero no de olor; arde cuando está puro, produciendo una llama verdosa, y ataca instantáneamente la vida animal. No tengo inconveniente en revelar todo el secreto; si bien pertenece de derecho, según he indicado ya, á un ciudadano de Nantes, en Francia, quien me lo comunicó incondicionalmente.
El mismo individuo tuvo á bien confiarme, sin conocer en modo alguno mis intenciones, un procedimiento para fabricar los globos con cierto tejido ani-