Ya comenzaba á inquietarme un poco y hacía los mayores esfuerzos para adelantar el trabajo, pues pensé que aquellos tontos habrían creido que yo tendría algún pacto con el diablo, y que todas mis operaciones no eran nada tranquilizadoras. Temiendo que me dejasen plantado, esforcéme para calmarlos, prometiendo pagarles cuanto se les debía tan pronto como hubiese llevado á buen fin el trabajo en que me ocupaba. Naturalmente, interpretaron mis palabras como quisieron, imaginandose sin duda que trataba de obtener una inmensa cantidad de dinero contante; la cuestión para ellos era que les satisfaciese mi deuda, y con tal que lo hiciese así, dándoles además una gratificación por sus servicios, seguro estoy que poco les importaba que mi alma y mi cuerpo se perdiesen.
Al cabo de cuatro horas y media, el globo me pareció bastante lleno, colgué la barquilla y puse en ella todo mi equipo, un telescopio, un barómetro, un electómetro, el compás, la brújula, el reloj, la campana, una bocina, etc., etc., así como un globo de cristal, cerrado herméticamente después de hacer el vacío, el condensador, cal viva, una barra de lacre, y abundante provisión de agua y víveres, tales como el pemmican, que contiene mucha materia nutritiva relativamente á su escaso volumen. También puse en mi barquilla un par de palomas y una gata.
Iba á rayar el día, y pensé que era la mejor hora para emprender mi ascensión. Dejé caer un cigarro en el suelo como por casualidad, y al bajarme para recogerle, prendi fuego disimuladamente á la mecha, cuya extremidad, como ya he dicho, sobresalia un poco del borde inferior de uno de los pequeños toneles.
Practiqué esta maniobra sin ser visto de ninguno de mis tres verdugos; salté á la barquilla, corté al punto la única cuerda que me retenía en tierra, y eché de ver con la mayor satisfacción que subía con