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Página:Historias extraordinarias (1887).pdf/355

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Ligeia

Sin embargo, el sentimiento del deber me devolvió al fin mi sangre fría; no podía dudar más tiempo que habíamos hecho prematuramente los preparativos fúnebres. Rowena vivía aún; era necesario practicar al punto un reconocimiento; pero como la torre estaba completamente separada de la parte de la abadía habitada por los criados y no habia nadie al alcance de mi voz, no podía llamar á ninguno á menos de abandonar la habitación, á lo cual no me atrevía. Esforcéme pues para volver de nuevo á la vida aquel cuerpo que parecía luchar aún con la muerte; pero al cabo de un rato muy breve prodújose una marcada recaida; el color desapareció de las mejillas y de los párpados, dejando una palidez más que marmorea; los labios se oprimieron con más fuerza en la impresión espectral de la muerte; una frialdad y una viscosidad repulsivas se extendieron al punto por toda la superficie del cuerpo, é inmediatamente sobrevino la completa rigidez cadavérica; entonces dejéme caer estremecido sobre el lecho de reposo, y me entregué de nuevo á mis apasionadas contemplaciones y á mis sueños sobre Ligeia.

Asi transcurrió una hora, cuando de pronto—1 seria esto posible, gran Dios!—percibi de nuevo un ruido confuso que partía de la región del lecho. Escuché, poseido de horror, y el sonido se repitió; era un suspiro. Precipitéme hacia el cuerpo, y observé con toda claridad un temblor en los labios; un minuto después entreabriéronse éstos, dejando ver una línea brillante de dientes de nácar. La estupefacción se mezcló entonces en mi espíritu con el terror profundo que hasta entonces me había dominado; sentí que mi vista se oscurecía, que perdía la razón; y sólo por un violento esfuerzo recobré el valor suficiente para desempeñar el deber que se me imponía de nuevo. Observaba ahora una coloración imperfecta en la frente de Rowena,