desapercibida por falta de perspicacia; pero yo no me fié de sus ojos y quise examinar con los míos: no hay en realidad ninguna salida secreta. Las dos puertas que conducen desde las habitaciones al comedor estaban completamente cerradas, con las llaves dentro. Veamos ahora las chimeneas: todas tienen la suficiente anchura hasta la distancia de ocho ó diez pies sobre el hogar, pero más allá no hubiera podido pasar por ellas un gato grande.
Siendo imposible la fuga, cuando menos por las vías indicadas, quedamos reducidos á las ventanas. Nadie pudo fugarse por las de la habitación exterior sin que le viera la multitud que estaba fuera; y de consiguiente, es forzoso que los asesinos escaparan por la de la estancia interior.
Conducidos á esta evidencia por deducciones indiscutibles, no tenemos derecho, procediendo con lógica, para rechazar semejante suposición en vista de su aparente imposibilidad. Réstanos ahora sólo demostrar que ésta no existe realmente.
Dos ventanas hay en la habitación; la una, no obstruída por los muebles, queda completamente visible; la parte inferior de la otra está oculta por la cabecera de la cama, que es muy maciza y que se apoya contra el marco. Se ha reconocido que la primera se hallaba bien cerrada por dentro, pues ha resistido á los esfuerzos de los que trataron de abrirla; en el lado izquierdo del marco habiase practicado un agujero con un berbiquí, y en él se encontró un clavo grande hundido casi hasta la cabeza. Al examinar la otra ventana, hallóse otro clavo semejante, y el vigoroso esfuerzo que se hizo para levantar el bastidor no dió resultado alguno. La policía, pues, quedó plenamente convencida de que no se había podido escapar por alli, consideránse por lo tanto superfluo retirar los clavos para abrir las ventanas.