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Página:Historias extraordinarias (1887).pdf/72

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Edgardo Poe

de manera que se cerrase: para esto se ha de suponer que la ventana estaba abierta en aquel instante.

Observe usted bien que hablo de una energía nada común, indispensable para obtener buen resultado en una empresa tan difícil como aventurada. Mi objeto es demostrarle, por lo pronto, que la cosa se pudo hacer; y en segundo lugar, y principalmente, llamar su atención sobre el carácter muy extraordinario, casi sobrenatural, de la agilidad necesaria para ejecutar semejante acto. Dirá usted, sin duda, sirviéndose del lenguaje judicial, que para dar una prueba a fortiori deberia subevaluar el vigor necesario en este caso más bien que reclamar su exacta apreciación. Tal vez sea ésta la práctica de los tribunales; mas no entra en el uso de la razón. Mi objeto final es la verdad; el presente es inducir á usted å relacionar esa energía del todo insolita con la voz particular, la voz aguda ó áspera, cuya nacionalidad no ha podido determinarse por acuerdo de dos testigos, mientras que, por otra parte, nadie ha reconocido palabras articuladas ni sílabas.

Al oir esto cruzó por mi espiritu una concepción vaga y embrionaria del pensamiento de Dupin, y parecióme estar en el límite de la comprensión, aunque sin comprender aún, como aquellos que, hallándose á veces á punto de recordar una cosa, no lo consiguen.

—Ya ve usted—añadió mi amigo, continuando con sus argumentos—que de la cuestión referente á la salida paso á la de la entrada. Mi objeto era demostrar que una y otra se habían efectuado de igual modo y por el mismo punto. Volviendo ahora al interior de la habitación, examinemos todas las particularidades: los cajones de la cómoda, según dicen, estaban revueltos, y sin embargo se han hallado varios artículos de tocador intactos; esta conclusión es un absurdo, una simple conjetura, y por cierto bastante necia. ¿Cómo podemos saber que los objetos encontrados en los ca-