chado y cabeza abajo, de la punta de una cuerda mui delgada de tres piés de larga, casualmente pendiente al través de una hendidura del fondo de la cesta, y que providencialmente hubo de enredárseme al pié izquierdo cuando caí. Es imposible, de absoluta imposibilidad, formar una idea exacta del borror de mi situacion: abri convulsivamente la boca para respirar, y un calofrío, semejante al producido por la calentura, recorrió mis nervios y músculos y todo mi ser; oret saltaban mis ojos de sus órbitas; un ma- Fe0 espantoso mme domioó y me desmayé perdiendo completamente el conocimiento.
No podré fljar el tiempo que en tal estado permaneci; pero debig de trascurrir mucho, porque cuando recobré en parte el uso de los 6.
sentidos, vi que amanecia ya; el globo se hallaba á una altura prodigiosa y sobre la inmensidad del Occéano , no percibiéndose V.