PEREGRINACIONES 127
En ese momento, el doctor Mendieta llegaba conducido por el coronel.
—Héle ahí, doctor! — dijóle este — Hay alguna esperanza ?
El médico se inclinó sobre el cuerpo de Ariel, y puso la mano en su cuello.
—Vive todavia; pero ....
Y el facultativo movió la cabeza con desaliento.
—Doctor! mi fortuna por su salud—exclamó el coronel.
—Doctor!—murmuró Carmela—mi vida por la suya.
Estas palabras despertaron un éco en el corazon del moribundo, que abrió los ojos, fijándolos en Carmela con una espresion inefable de amor.
—Angel del cielo! —exclamó—si no es un sueño esta hora venturosa que realiza todos mis votos, bendita sea! ... . Así queria vivir! .... así - - - . deseaba morir.
Su mano desfallecida buscó la mano de Carmela; llevóla sobre el corazon, y espiró.
En el momento que Ariel daba ese adios á la vida, las puertas del templo se abrieron, y la abadesa seguida de su comunidad se adelantó hácia nosotros.
Esta muger, cuyas canas y hundidos ojos mostraban que habia vivido y sufrido, adivinó con