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PEREGRINACIONES 169

Irene y yo nos miramos.

—Tú—dijo ella.

—Tú, repuse yo.

—Tú los amas.

—Tú eres su madre.

—Echemos suertes.

—Sea!

La suerte me favoreció á mí. Irene hubo de resignarse.

En dos dias nuestros preparativos estuvieron concluidos, y partimos.

Partimos hácia el Este para embarcarnos en el Bermejo y bajarlo hasta Corrientes.

Nada tan bello como los perfumados campos que atravesábamos cubiertos de trebol y elevadas palmeras. Las leguas se deslizaban bajo mis piés, y un sol de fuego despeñaba sus rayos sobre mi cabeza, sin que yo sintiera calor ni cansancio, absorta en la contemplacion de aquella hermosa naturaleza.

En Esquina-grande mi hermano contrató dos canoas, una para nosotros, otra para nuestros bagajes. Pero la baja del agua nos impidió embarcarnos allí, y fuénos preciso descender hasta Colonia Rivadavia para tomar la corriente del Teuco.