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PEREGRINACIONES 181

tu cautivo: ordena ¿qué debe hacer para elevarse á tí?

—Sígueme al altar del Dios de los cristianos, su sacerdote nos aguarda para derramar sobre tu frente el agua de la gracia, y sobre nuestro amor la bendicion que nos una en un lazo eterno.

Entonces seré tuya, y huiré contigo para tornar en tus brazos á la vida libre del desierto. Lo quieres? Ven!

—O vírgen mas hermosa que la estrella de la tarde, exclamó el cacique, realiza esa vision de inmensa felicidad, aun que me lleves al fondo de un abismo!

Y la jóven arrastró en pos suyo al guerrero, y el cacique la siguió entre los muros de la Cangallé.

Al mismo tiempo, una sombra, saliendo de trás el tronco de un árbol perdióse en el negro cauce del rio.

Era Uladina, que cortando con fuerza la impetuosa corriente, ganó la opuesta orilla. La india, pálida y los largos cabellos cayendo desordenados en torno á su cuerpo, volvióse con ademan siniestro; y alzando la mano en señal de amenaza—Traidor !— exclamó—invocabas la muerte para aquella que te dió su amor, por que has dado el tuyo á la cristiana. Ah! ya sabreis, ella y tú cómo se venga una india !

Y con rápido paso, silenciosa, ceñuda, rígida,