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PEREGRINACIONES 205

—¡Cuidado, señora—oí que decia detrás de mi una voz cascada—El conserje es una fiera; y sivéá vostra señoría . ...

Volvíme asustada, y buscando en torno mio, divisé, sentado y casi oculto en un hueco que formaba la enorme raiz de uno de los dos árboles á un negro anciano paralítico.

—Una fiera—exclamé—Un tigre acaso?

—No, señora: un portugues mas malo que el demonio. De algunos dias á esta parte hásele metido en la cabeza el capricho de no dejar entrar á nadie; si no es el amo, que ha llegado del Paraguay .

—Bah !—repuse yo—un portugues! ¡que me importa él!

Y sin escuchar al negro, cerré tras de mi la reja y me interné en aquel dédalo de jardines, fuentes, rocas y cascadas; retiro delicioso; pero solitario y mudo como un cementerio. Vagando como una mariposa entre aquella inmensidad de flores, habíame acercado insensiblemente al palacio, que desierto y silencioso tambien, ostentaba en la soledad su bella arquitectura.

Delante cada una de las ventanas de la planta baja del edificio, cerradas todas con rejas doradas, agrupábanse grandes macetas de porcelana donde crecian mezclados jazmines delCabo, rosas y azucenas