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PEREGRINACIONES 209

—Yo te libertaré de él—exclamé, estrechando las manos de la pobre cautiva; en este momento voy á delatarlo á la justicia.

—Guárdate de ello. En este país de déspotas y esclavos, espondrias tu vida sin lograr salvarme .... Pero, gracias al cielo, añadió con una fiera sonrisa, conmigo llevo una segura defensa. . . . y en último caso, . . . . el fin de todos mis males.

Y entreabriendo los pliegues de su tipoi, mostróme sobre su pecho el mango de un puñal.

-—No !—díjela, horrorizada de aquella lúgubre resolucion—nada agresivo, nada homicida, en estas lindas manitas, que yo armaré de una lima y una llave, discretos instrumentos que franquean sin ruido, puertas, rejas y cerrojos.

— ¡Bendita seas! —exclamó la bella paraguaya, besándome con fervor—Ah! ¿con que es posible que yo salga viva de este antro? . . . . que vuelva á la libertad, á la patria, al amado de mi corazon ?

Vé, 0h mi angel tutelar! vé á realizar ese ensueño de dicha; pero no tardes! Mi alma comenzaba á hundirse en los abismos de la desesperacion: tú la has hecho entrever la esperanza. ¡Piensa, pues, cuán horrible será el suplicio de aguardar! ...

La cautiva se interrumpió de repente; y estrechando mi mano con espanto—En nombre del

cielo! exclamó —huye! . . . . que alguien se acerca, 1