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216 PANORAMAS DE LA VIDA

Francisca levantó la cabeza y se quedó mirándome embebecida.

Y como en este momento vinieran á decirme que era hora de embarcarse, aproveché aquella especie de pasmo para substraerme á su ruidosa gratitud, y corrí al puerto.

Cerraba la noche, y las primeras estrellas comenzaban á brillar en el cielo.

A su vista, el recuerdo de la cautiva cruzó mi mente como una sombra.

A esa hora, quizá, contemplándolas, y á la luz de sus dulces rayos, limaba ella los cerrojos de su prision, y recobraba la libertad .... ó bien, sorprendida en el momento de alcanzarla, sus carceleros la enterraban viva en el fondo de un calabozo . . . . 6, tal vez, aun, por huir de una violencia, por dar fin á sus miserias, aquel puñal! . .

A ese pensamiento, sentíme helada de terror; y elevando el corazon á Dios, dirijíle, por ella una ferviente plegaria.

El silbato del vapor, que enviaba un sonido prolongado, llamando á los pasageros, llevóme á otro linaje de pensamientos.

Pensamientos dulcísimos, que volando en alas del deseo, iban á detenerse todos en aquel encantado retiro, eden promotido á mi alma sedienta de