JUEZ Y VERDUGO 279
hondonada, habria escuchado con asombro, quizá, con terror, este fantástico diálogo :
—Bruno ! duermes?
El jóven se estremeció, y sus labios se ajitaron pronunciando con esfuerzo:
—Sí!
—Duermes el sueño magnético. ¿Puedes elevarte al lúcido? Anoche dijiste que empezabas á ver.
—Sí: pero hay algo que me atrae, me retiene y me deslumbra.
—Qué es, pues?
—El fulgor de una mirada.
—Una densa nube me envuelve. Ves ahora?
—Veo delante de mí una nube sombría ; y oígo el éco de tu voz, que me llega distinto, aunque debilitado por la vaporosa atmósfera.
La mujer sonrió con aire de triunfo.
—Bien! Esa vision me prueba que estás de un modo absoluto, bajo la accion de mi voluntad.
—Ah!—articuló el jóven con un suspiro que se parecia á un sollozo.
La blanca manita se alzó con ademan soberano. El dormido calló.
La manita se paseó, entreabiertos los finos dedos, delante de los cerrados ojos del jóven. Hubo un momento de silencio. La manita blanca tenia una compañera; y ambas se alzaron tendidas sobre