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JUEZ Y VERDUGO 283

Estaba cerrada con llave!

Esta circunstancia que venia á corroborar mis sospechas, acabó de convencerme de la culpabilidad de Inés.

Volví á mi cuarto, y me propuse esperar sentada delante de una rendija de la ventana el regreso de aquella á quien condenaba en nombre del honor ultrajado.

Pasaban las horas, y el frio comenzaba á apoderarse de mi cuerpo. :

De repente ví ú Inés, saliendo de entre la sombra, del olivar, dirijirse á la ventana tras la cual estaba yo espiándola.

Acercóze; dió tres golpes en el postigo, y dijo á media voz—Aura!

—Aura!—repitió Inés, á tiempo que yo abria el postigo y me asomaba á la ventana.

—Eras tú—exclamé, fingiendo el mayor asombro.

Pero ella, con la alegria infantil de un muchacho escapado de la escuela:

—¿Qué te parece mi nocturna escursion?—díjome riendo.

—Una insigne imprudencia !

—Calla! hipócrita . . . .! y estarás envidiándola, taimada !

—Envidiar! Si de solo pensar en ello me estremezco!