JUEZ Y VERDUGO 285
escapada, pagando anticipadamente mi discrecion con un abrazo y un beso.
Rosa, vitupérame; llámame injusta, mala, perversa! pero ese abrazo me hizo estremecer, cual si una de las culebras de que Inés hablaba, hubiese enroscado sus frios anillos en mi cuello.
¿Qué estraño alejamiento me inspira esta jóven tan bella, tan espiritual, tan digna de simpatía? Haráme sombra el cariño que Enrique la profesa? No; pues que este ama á Luis con igual afecto, y yo quiero tanto á Luis.
En fin, la verdad es que este sentimiento de repulsion renace siempre, apesar de los esfuerzos que hago para ahogarlo en mi alma.
De vez en cuando, negros vapores cruzan el explendoroso cielo de mi dicha.
Por ejemplo, Enrique, ayer radiante de gozo, hoy está tétrico y sombrío.
—Qué pasa en él? —preguntábame, sin osar apenas mirarlo.
Hay en mi amor algo de pavor; asi como en la mirada de Enrique, tan dulce y apasionada, hay algo que de súbito relampaguea, terrible, fulminante, cual los lampos del Sinaí ....
Esta tarde paseábamos, Inés y yo, cogidas al brazo de Enrique. Yo estaba inquieta, porquela nube que oscurecia su frente, no se habia disipado todavia. *