332 PANORAMAS DE LA VIDA
—Cómo!—exclamó viendo llegar á la jóven tú tambien ignorabas la inesperada nueva? Aura ha partido!
—Lo sé—respondió lacónicamente Rosa; pero déjame entrar.
La jóven abrió la puertecilla del tabique y entró en el pequeño santuario, desierto y silencioso.
Rosa experimentó una impresion de dolor terrible, cual si se destrozaran sus entrañas; y llamó á su amiga con voz angustiosa.
El mismo silencio. Ningun éco se desperto para responderle.
Presa el alma de extraños terrores, Rosa levantó el picaporte, y abriendo la puerta oculta de tras el dorado cuadro, penetró en el cuarto de Aura.
Mas no bien hubo atravesado el umbral, exhaló un grito y cayo sin sentido.
Cuánto tiempo estuvo allí caida en tierra, inmóvil y fria como el cadáver de su amiga?
Un largo sollozo fué su primer síntoma de vida.
Alzóse trabajosamente sobre sus rodillas y se arrastró hasta donde yacía aquella á quien tanto amára.
Recostada en el respaldo de la silla donde la habia asaltado la muerte, Aura parecia dormir.
A vista de aquel belio rostro pálido y los hermosos ojos cerrados para siempre, un sentimiento de