EL POZO DEL YOCCI 357
—Yo lo sé: porque su padre es un gallego ricacho y testaduro, quele achacaba á delito el servir en nuestras filas, y lo habia desheredado, y hasta quitádole el nombre.
—No importa! asi, Teodoro á secas, era un valiente soldado. ¡Malhaya la mano que le mató! No le pido mas á Dios, sino el consuelo de ponerle á tiro de mi cuchillo.
—¿ Dónde cayó el capitan ?
—En la angostura del rio, mas allá de los cinco alisos, al salir á la altura de los sauces. El mayor Peralta fué ya en busca de su cuerpo.
—¡Hum! Quién sabe si podrá encontrarlo!
A esa hora, el sol no se habia puesto; y una pandilla de cóndores revoloteaba en el aire. Esos diablos en un momento despabilaban el cadáver de un cristiano ....
—¿Quién vive! —gritó á lo lejos la voz de un centinela.
—La Patria!
—¿Qué gente ?
—Soldado.
Y un ginete, llevando en brazos un cadáver, entró en el recinto del campamento.
—Por aquí, Peralta—gritó un hombre, saliendo de la única tienda que habia en el campamento.
—Logró V. encontrarlo ?