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EL POZO DEL FOCG1 361

difícil mision de decidir á ese avaro Salas á que suelte los cordones de su bolsa para equipar nuestra gente.

—No: Otro motivo me trae: motivo inaceptable para el comandante, y quizá para tí mismo, querido Peralta; por eso te hice de ello un misterio.

—Anhelos del corazon! Algun amorcillo de la infancia. Claro está! Dejaste Salta á los doce años; pasaste siete en los cláustros de la universidad cordobesa; los dejaste para servir en el ejército y hoy vuelves por primera vez á la ciudad natal. .... Ah! Teodoro! tú me sacrificas á una muñeca de escuela! Yo contaba con tu elocuencia para destruir los horribles argumentos de aquel tacaño. ¿Qué puedo decir á ese maldito enterrador de tesoros, para determinarlo á exhumar uno de ellos? Me dará un no redondo: y yo no llevo eso al comandante.

—Nada mas fácil que persuadir á Salas: recuérdale su hijo Alberto, que prisionero en Vilcapujio, yace cargado de cadenas en la Casamatas del Callao. Hé ahí un poderoso estímulo para ablandar su avaricia.

—Tienes razon! ni siquiera habia pensado en ello. Sea! . ... Pero ..... Teodoro! ....- Dónde vas?