EL POZO DEL YOCC1 421
—Lo amo—repitió la jóven, lo amo; pero mira mi frente levantada: reparas en ella la sombra del rubor ?
—No, que resplandece como la aureola de un arcángel, exclamó Juana, besando con efusion la frente pura de su amiga.
—Sí: fia en la naturaleza del sentimiento que me trae cerca de tí . . . . Pero, en nombre del cielo, no perdamos tiempo! Las horas pasan y el momento fatal se acerca. El consejo de guerra ha pronunciado la sentencia, Heredia la ha confirmado, y Aguilar está encargado de ejecutarla.
—El Consejo! Heredia! Aguilar !—exclamó Juana con desaliento, peñascos inaccesibles á los embates de mi seduccion! Dios mio! ¿qué podré yo hacer contra sus decisiones?
—Lo ignoro. Sé únicamente que me hiciste una promesa y que debes cumplirla.
—La cumpliré aun á costa de mi vida, ángel salvador de mi hijo.
—Pues ten presente que espero. Y Aurelia cruzó los brazos sobre el pecho y se ¡quedó inmóvil y silenciosa.
—Diablo ! diablo! murmuró Juana, cambiando de tono y dejándose llevar de la genial viveza que ni enlos momentos mas críticos la abandonaba—diablo, que sin cesar me aconsejas los celos, el ódio, los