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PEREGRINACIONES 59

el calor, asfixiadas por el humo, mi madre y yo nos teniamos estrechamente enlazadas. Y el fuego acrecía; y los inflamados artesones de la bóveda comenzaron á caer, formando piras gigantezcas de donde se exhalaba un olor sofocante.

En ese momento extremo, viendo 4 mi madre próxima á perecer entre las torturas de una muerte horrible, mi alma, elevándose á Dios en una aspiracion de fe infinita, dejó al pié de su trono una promesa que él acogió. en su misericordia ....

—El restolo dijo una mirada de amor inmenso que los bellos ojos de la monja enviaron á lo lejos al traves del aspacio.

Hé ahí—continuó—el voto que me ha arrebatado á todas las afecciones del mundo; he ahí por qué en la aurora de la vida, á la edad de los dorados ensueños he arrancado á mi frente su blanca guirnalda de rosas para cubrirla con el sudario de la muerte ....

Sor Carmela se interrumpió, y ocultó el rostro bajo los pliegues de su velo, quizá para llorar. . .. talvez para blasfemar !

Todo me lo habia dicho, ménos la historia de su amor; de su amor, del que tenia yo ahora una entera convicción.

Picóme aquella reserva extemporánea en una hora de espansion.

+ —Ah!—dije, cediendo mas que á un movimiento