UN VIAJE AL PAIS DEL ORO 225
hornillas del vapor, ardiendo en toda su intensidad.
Mis ojos distraidos y vagorosos, atraidos por la reverberacion del fuego, fijáronse al fin en aquel foco luminoso que brillaba en la noche como un infierno. Nada faltaba á la ilusion de aquel espectáculo. Dos hombres cuyas facciones desaparecian bajo una espesa capa de carbon, atizaban aquel fuego; y sus rostros, enrojecidos por la llama, tenian una apariencia terrífica.
Uno de ellos, sobre todo, de estatura colosal, tenia unos cabellos tupidos y lácios, que el fuego erizaba, y que hacian adivinar un semblante diabólico.
Pero cual seria miespanto, cuando al volverse aquel hombre, ví dos ojos de buitre, relampaguear en la sombra; y bajo unos lábios gruesos y contraidos dos hileras de dientes agudos y apartados; en fin, una figura que la irradiacion de la dicha comenzaba á borrar de mi mente.
¡El hombre color de cobre !
Cuando la reaccion del terror, que pegó mis piés al suelo, les hubo restituido su movimiento, huí de aquel sitio, y fuime á refugiar entre Lucy y Alejandro, que se espantaron de mi palidez.
Iba á hablar; iba á decirlo todo á mi hermano, pero como siempre detúvome el temor de suscitar un conflicto entre él y ese hombre espantoso: temor fatal
que ha causado todo este desastre. E q 16