NUESTRA SEÑORA DE LOS DESAMPARADOS
(Á La NIÑA MARIA PELLIZA )
Era este un militar—contábanos una noche, rodeada de sieteniñas, mama Teresa, antigua nodriza de la familia, negra cordobesa ladina y sentenciosa, que habia manejado los pañales de tres generaciones —era un militar jaranista y pendenciero. Llamábanlo el capitan Rogerio, y mandaba una compañía de alabarderos, cuyo regimiento daba guarnicion á Valencia, sobre las costas del Mediterráneo.
A los vicios ya enumerados, el capitan reunia el de jugador: jugador desdichado pero incorrejible, que en busca siempre del desquite, echaba sobre el tapete verde cuanto habia á las manos.
Consumido su patrimonio, Rogerio cayó en poder de los usureros. Sueldo, espada de gala, uniforme de parada, todo fué vendido por unos cuantos puñados de oro que devoró luego el abismo insondable del garito.
Consecuencia obligada de estos percances era el T.n 19