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NUESTRA SEÑORA DE LOS DESAMPARADOS 293

es el capitan Rogerio!....Pero ah!.... ¡si soy como ese bellaco ha dicho .. .. un hombre sin blanca!

—No hablara yo así, en lugar tuyo, llevando oro en la escarcela.

Rogerio se estremeció, y en sus ojos relampaguearon los ardientes estímulos del vicio que absorvia su vida. Sin embargo, vacilaba todavia.

—La paga de mi gente!.... No! exclamó, rechazando la irresistible tentacion—Cómo exponer á los azares de la negra estrella que me persigue, hace tanto tiempo; el único bien que me resta: el honor!


—Tendria; por ventura razon el siciliano? habráste vuelto cobarde?

—Astolfo!

—Por tu vida! ¿qué nombre daré á quien se deja amilanar por esos miedos? ¡Los caprichos de la suerte! Insensato! por lo mismo que es una divinidad veleidosa, está próxima á sonreirte. Oh! ven! y que el jactancioso insular reciba una buena leccion.

Rogerio cayó en el lazo de seduccion que le tendia su amigo, y lo siguió al garito.

Estaba situado este lugar de reprobacion en una callejuela morisca, y tenia por entrada un portal oscuro, que conducia á la antesala flanqueada de aparadores cargados de garrafas que contenian vinos. cidra y licores espirituosos.