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336 PANORAMAS DE LA VIDA

Óyese por todos lados un ruido de puertas como el despertar natural de una populosa metrópoli. Es la ciudad de la muerte, que abre sus sepulcros á la ofrenda del recuerdo.

Y el silencio se puebla de rumores; y se escuchan gritos mezclados de sollozos; y los callados écos de aquellas bóvedas repiten nombres borrados ya del libro de la vida. El tumulto crece; la multitud se entrega á bulliciosas pláticas, razonadas con estrañas consejas sujeridas por la lectura de los epitáfios, esos geroglíficos del dolor.

Murió mártir! —Decia un mármol, donde ostentaba su belleza

soberana una mujer en cuya frente brilla el sol de diez y ocho primaveras.

Los dias de mi peregrinacion fueron cortos y malos! —Decia otro. Y sobre la bíblica leyenda, un nombre poético entrelazado á una lira, sonaba al oido como una deliciosa melodía ¡Ay!

—Tenia por única inscripcion una lápida aislada como un anatema. ¡Qué historia de decepciones y de dolor cifrará esa lúgubre interjeccion!

Pero el dia se adelanta y los epitáfios desaparecen bajo lujosas coronas y perfumados ramilletes.