ESCENAS DE LIMA 363
presentándome un magnífico ramillete compuesto
de flores y frutas—pero la compra mónstruo, con grande gozo mio, no ha tenido lugar.
—¿ Cómo fué eso? Te dolió un gasto tan fuerte?
—Mejor que eso. Habíamos cosechado en Matalechuza, cuyo propietario nos recibió con feudales honores, y recorridas las huertas de la Magdalena en su lado esterior, sin poder penetrar en su recinto, á causa de la ausencia de sus dueños, dirijímonos á Surco para hacer allí nuestra provision.
Al atravesar los rieles del ferro-carril, en la estacion de El Barranco, vimos bajo de un olivo, sentadas en el suelo dos personas que llamaron dolorosamente nuestra atencion. Eran, una anciana y una jóven pálida y demacrada, que reclinando la cabeza en el hombro de aquella, dormitaba, con la respiracion exhausta y oprimida. Cerca de ellas veíanse algunos bagajes: una pobre cama envuelta en un petate, y un saco de viaje raido y casi vacío. Sin consultarnos, mis hermanas y yó, saltamos del caballo, y nos encontramos rodeando al triste grupo.
La anciana nos refirió, entónces, que los médicos de la Sociedad de Señoras de Caridad habian ordenado á su nieta, enferma del pecho, el aire del campo; y que ella la habia traido, esperando