ESCENAS DE LIMA 367
esos blancos lirios que la primavera abre entre las grietas de los mármoles sepulcrales. Pero así como estos perfuman el cementerio, aquellos derraman su alegría donde, hace tanto tiempo, habita el dolor.
Mas, hé aquí la reina de la elegancia, la bella ** que llega con un vestido de gro negro, cuya larga cola está adornada de pequeños volantes orlados de raso granate que se pierden en las bandas de la misma tela y color, colocadas á cortos espacios veladas con tul en el delantal. El peto del mismo raso, cubierto de tul negro, lleva en su parte superior un rizado de tul blanco que rodea el cuello.
La que con tanta gracia lleva este elegante vestido, está peinada de castaña y pequeños rizos sobre la frente, ocultos á medias con una echarpa chantilli, cuyas largas puntas flotan á la espalda.
La sombrilla, complemento de ese gracioso atavío es de las mismas estofas y colores que el vestido; y su mango de ébano tiene incrustados ocho carbunclos.
A la aparicion de este tipo de elegancia, las parlanchinas enmudecen un momento para examinarla con curiosas miradas, y luego prorumpen en exclamaciones y preguntas sin fin.
—i¡Que bien se viste usted !