CAMILA O'GORMAN 311 —Camila O'Gorman !—exclamé. Y la linda aldea que se alzaba entre la fronda de los vergeles tornóse á mis ojos el campamento de terrible memoria; y las rojas anémonas de la
campiña, gotas de sangre; y las ondulaciones del terreno, sepulturas.
Caminábamos en silencio, sin que se oyera otro ruido que el de nuestros pasos y los rumores de la ciudad, que llegaban á nosotros en tardías bocanadas, como el lejano oleage del océano.
—¡Hénos aquí taciturnos y sombríos cual si fuéramos siguiendo un comboy fúnebre! — dijo, rompiendo el silencio M. P. el espiritual escritor —¡ En mala hora evocara el coronel la lúgubre crónica del paredon !
—Cierto !—repuso éste—y pésame de ello, pero hay momentos en que por un estraño fenómeno, una frase; el pensamiento que la produjo; el aire, la luz; una ráfaga de perfume ó de melodía, se combinan en torno nuestro formando una cadena interminable de reminiscencias, de identidades misteriosas que resucitan el pasado y reconstruyen lo desvanecido: juventud, ilusiones, esperanzas, dolores.
Así, el aura embalsamada de este dia primaveral háme traido á la memoria y al corazon otro en que, de regreso del colegio, niño todavia, Ó mas