UNA QUERELLA 73
bailes, en las carreras de caballos, en las partidas de campo, he maldecido á tu Maria, que.
—Eduardo, si no quieres que cierre tu boca un bofeton, no pronuncies jamás ese nombre.
—Me callo! me callo! Haz de cuenta que nada he dicho. ..... ¿Pero vendrás á la fiesta ?
—Tré: lo he dicho ya. ¿Se juega allí?
—Por supuesto! ¿Que fiesta puede haber sin juego?
—Entónces, vuelvo á casa para tomar dinero.— ¿Vienes conmigo ?
—Es mejor que adelante para anunciarte. Hé aquí mi tarjeta de introduccion.
—Soirée de Tulia—Naranjos—4 .....
—Está bien
—Hasta luego. Oh! que placer voy ádar á tus
José salió al encuentro á su amo para ayudarlo á desnudarse. Enrique le ordenó dejarlo solo, y entró en su cuarto. Abrió su escritorio tarareando el rondó final de la ópera. Queria aturdirse, y acallar con la algazara de la vida exterior el lamento que se elevaba en su alma.
Llenó de oro sus bolsillos, y sonriendo con amargura: estoy en fondos—se dijo—y puedo perder largamente. Llevo hace un año una vida tan tonta !