IX
Los Geotrupes.
Privilegio bien excepcional es en el mundo de los insectos acabar el cicio del año en forma adulta, verse rodeado de los hijos en las fiestas de la primavera, duplicar y aun triplicar la familia. El ápido, aristócrata del instinto, perece en cuanto llena el pote de miel; la mariposa, otra aristócrata, no del instinto, sino del adorno, muere en cuanto fija en lugar propicio el paquete de sus huevos; el Carabus, ricamente acorazado, sucumbe en cuanto disemina bajo el cascajo los gérmenes de su posteridad.
Y así otros muchos, salvo los insectos sociables, cuya madre sobrevive, sola o acompañada de servidores. La ley es general: el insecto es, de nacimiento, huérfano de padre y madre. Pues bien; por un cambio inesperado, el humilde removedor de estiércol se libra de las severidades que siegan a los soberbios. El escarabajo pelotero, harto de días, se convierte en patriarca, y lo merece, verdaderamente, en consideración a los servicios prestados.
Hay una higiene general que reclama la desaparición de toda cosa corrompida en el plazo más breve posible. París no ha resuelto todavía