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Página:Jean-Henri Fabre - La vida de los insectos.djvu/134

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LA VIDA

nos que habían llegado a la profundidad de un metro. Otros profundizan más aún, cansando mi paciencia y mis instrumentos. Tal es el famoso pocero, incomparable perforador del suelo. Si el frío hace estragos, acertará a bajar hasta la capa en que no sea de temer la helada.

Para el alojamiento de la familia obra de otra manera. La estación propicia es corta; y le faltaría tiempo, si quisiera dotar a cada larva de una mansión semejante. Nada más natural que el insecto emplee en un agujero de sonda ilimitada los ocios que le permite la profundidad de invierno: el retiro es más seguro, y la actividad, no suspendida todavía, no tiene por el momento otra ocupación. En la época del desove son imposibles estas laboriosas empresas. Las horas pasan de prisa. En cuatro o cinco semanas hay que alojar y abastecer una familia bastante numerosa, lo que excluye el pozo de perforación pacientemente prolongado.

La madriguera abierta por el Geotrupes para su larva apenas es más profunda que la del Copris y la del Scarabæus, a pesar de la diferencia de estaciones. Unos tres decímetros es todo lo que compruebo en el campo, donde nada impone límites a la profundidad.

El contenido de la rústica vivienda es una especie de salchichón o de morcilla, que llena la parte inferior del cilindro y se moldea exactamente en él. Su longitud se acerca mucho a dos decímetros.

Este salchichón es casi siempre irregular, unas veces curvo y otras más o menos abollado. Tales imperfecciones de la superficie son debidas a los accidentes del terreno pedregoso, excavado por el insecto, no siempre conforme a las reglas de su