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DE LOS INSECTOS

nos prolongado de profundo sopor, vuelve en sí y recobra sus movimientos, al menos en parte.

En los coleópteros de la segunda categoría, es decir, en aquellos cuyos ganglios torácicos están distantes entre sí, el efecto producido por el amoníaco es enteramente distinto. Los carábidos son los que se muestran menos vulnerables. Una picadura que en un escarabajo sagrado grande hubiera producido el anonadamiento instantáneo de los movimientos, únicamente produce convulsiones violentas y desordenadas aun en carábidos de mediano tamaño. El animal se calma poco a poco, y después de algunas horas de reposo, recupera sus movimientos habituales, sin que parezca haber experimentado nada anormal. Repitiendo la prueba en el mismo individuo dos, tres o cuatro veces, los resultados son idénticos, hasta que, haciéndose la herida demasiado grave, el animal muere realmente, como lo prueba su desecación y putrefacción, que sobrevienen poco después.

Los Melasomos y los longicornios son más sensibles a la acción del amoníaco. La inoculación de la gotita corrosiva los sumerge bastante rápidamente en la inmovilidad, y, después de algunas convulsiones, el animal parece muerto. Pero esta parálisis, que en los escarabeideos, gorgojos y Buprestis hubiera persistido, aquí es momentánea; al día siguiente reaparecen los movimientos enérgicos como nunca. Solamente cuando la dosis de amoníaco es de cierta fuerza, no reaparecen más los movimientos; pero entonces el animal está muerto, y bien muerto, puesto que no tarda en entrar en putrefacción. Por los mismos procedimientos, tan eficaces en los coleópteros de ganglios próximos, es, pues, imposible provocar una