ciencia ha obtenido el globo geométrico que sus torpes herramientas y el estrecho espacio parecían rehusarle.
Bolita del Copris español excavada en forma de copa para recibir el huevo
El insecto perfecciona todavía durante largo tiempo su esfera pulimentándola amorosamente, pasando y repasando con suavidad la pata hasta que desaparece el menor saliente. Parece que nunca van a terminar sus meticulosos retoques. No obstante, al fin del segundo día se considera el globo acabado. La madre sube a la cúpula de su edificio, y, siempre por simple presión, abre un cráter de poca profundidad. En esta cubeta pone el huevo.
Después, con extrema circunspección y sorprendente delicadeza en herramientas tan toscas, aproxima los labios del cráter para hacer una bóveda sobre el huevo. La madre da vueltas lentamente, rae un poco, lleva la materia a lo alto y acaba de cerrar. Este es el trabajo más delicado de todos. Una presión descuidada, un empuje mal calculado podrían comprometer el germen bajo su delgado techo. De cuando en cuando suspende el trabajo de cierre. Inmóvil y con la frente baja, la madre parece auscultar la cavidad subyacente, escuchar lo que pasa dentro.
Todo va bien, parece, y la paciente maniobra vuelve a empezar: fina raspadura de los flancos en