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I
El escarabajo sagrado.

La construcción del nido, salvaguardia de la familia, da la más elevada expresión de las facultades instintivas. El ave, ingenioso arquitecto, nos lo enseña, y el insecto, todavía más diversificado en sus talentos, nos lo repite, diciéndonos: «La maternidad es la soberana inspiradora del instinto.» Encargada de la permanencia de la especie, de más grave interés que la conservación del individuo, la maternidad despierta previsiones maravillosas en el más soñoliento intelecto; es el foco, tres veces santo, en donde se incuban para brotar después súbitamente esos inconcebibles resplandores psíquicos que nos ofrecen el simulacro de una razón infalible. Cuanto más se afirma la maternidad, más se eleva el instinto.

Los más dignos de nuestra atención en este concepto son los himenópteros, a los que incumben en su plenitud los cuidados de la maternidad. Todos estos privilegiados de las aptitudes instintivas preparan para su descendencia víveres y cobijo. Son maestros en multitud de industrias, ejercidas en intención de una familia que jamás verán con sus ojos de facetas, y que, sin embargo, conoce muy bien la previsión maternal. Uno se hace tejedor de telas, y enfurte odres de algodón en rama; otro se establece de cestero, y