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Sea así; no deseo más.

Recoged, pues, el cuerpo y seguidnos.

(Salen todos, menos ANTONIO.)


¡Oh, perdóname, trozo de barro ensangrentado, que aparezca suave y humilde con estos carniceros! ¡Tú representas la ruina del hombre más insigne que viviera jamás en el curso de las épocas! ¡Ay de las manos que vertieron esta preciosa sangre! ¡Ante tus heridas, frescas todavíacuyas mudas bocas, cuyos rojizos labios se entreabren para invocar de mi lengua la voz y la expresión, profetizo ahora: caerá una maldición sobre los huesos del hombre; discordias intestinas y los furores de la guerra civil devastarán a Italia entera! ¡Sangre y destrucción serán tan comunes y las escenas de muerte tan familiares, que las madres se contentarán con sonreír ante la vista de sus niños descuartizados por las garras de la guerra! ¡Las acciones bárbaras sofocarán toda piedad! ¡Y el espíritu de César, hambriento de venganza, vendrá en compañía de Ate, salida del infierno, y gritará en estos confines con su regia voz: "Matanza!", y desencadenará los perros de la guerra! ¡Este crimen se extenderá a todo el