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CASCA
Un romano.
CASIO
Por vuestra voz, sois Casca.
CASCA
Tenéis buen oído. ¡Qué noche, Casio!
CASIO
Una noche muy grata para los hombres de bien.
CASCA
¿Quién ha visto jamás un cielo tan airado?
CASIO
¡Los que saben lo llena de delitos que está la tierra! Por mi parte, he vagado por las calles, arrostrando la noche peligrosa. Y desceñido como me veis, Casca, he expuesto mi pecho a las centellas, y cuando el azulado relámpago oblicuo parecía desgarrar el seno del cielo, yo mismo me ofrecí como su blanco y bajo su fuerte estallido.
CASCA
Pero ¿por qué tentáis tanto a los cielos? Es propio del hombre temblar y estremecerse cuando
Julio Cesar
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