dista de revoluciones, en hábil, convincente ideólogo de una rejuvenecida y matizada literatura de compromiso. impregnado, pues, de esa nueva concepción del mundo y de la vida, habría querido también imprimir a su literatura fantástica un signo acorde con aquélla. E introducir en la anécdotas narradas (anécdotas ■cticias, fantásticas, general- mente poco verosímiles) hechos políticos, conocidos de Ia historia contempo- ránea. Este intento, probablemente plasmado en muchos de los libros posterio- res al '60, señalaría una modalidad nueva en el "genero", modalidad cuyas defensa y práctica deben reconocerse en primer lugar a este autor. Ahora bien: éstos, que son los pasos conocidos (y reconocidos por Julio Cortázar) en su camino de aprehensión de los contextos sociales y políticos, pueden haber sido distintos, sin embargo, en la interioridad de su proceso de escritura. Por ello, una de las cuestiones que sometí al Seminario fue la de dilucidar si, como suele a■rmarse (hasta por el mismo Cortázar) hubo dos periodos o comportamientos textuales tan diferentes, casi opuestos, o si, sobre Ia base de una unidad fundamental en la preocupación por los contextos, hubo sólo manifestaciones diversas (pero no radicalmente distintas). Es decir, si la inclusión de los contextos sería nueva, un cambio a partir de los cambios personales del autor, o si sólo habría un acento mayor, más explícito. En suma: qué constituiría “lo invariable" y qué “lo cambiante" en la producción textual. Asimismo, tanto el tema anterior (el de su especi■cidad respecto de otros autores del género) como éste recientemente enunciado se vincularían en el hecho de que en los textos fantásticos de Cortázar (de todas las épocas) hay una posición novedosa, diferenciable, especí■ca respecto de los referentes. Ya que, si en su mayoría, los textos de Ia literatura fantástica no reenvían stricto sensu, por su propia naturaleza, a un referente, los de Cortázar, en cambio, subrayan Ia referencialidad, así como su lucha contra todas las convenciones, las lingüísticas en primer lugar. En conjunto, su ejercicio del género fantástico ya no representaría solamente una diferencia ■losó■ca, ideológica, o una mirada distinta sobre el mundo, sino que se inscribiría en Ia estructura misma del llamado “género” fantástico, traduciria una postura original, distinta, nueva sobre Io verosímil. Naturalmente, no todas estas inquietudes (y muchas otras que fueron 12 propias pulsiones internas, para otros) se transformará en defensor y propagan-
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